Imágenes. Movimiento. Música. Ritmo. El traqueteo mece sus pensamientos. Una silueta dibuja una secuencia de baile entre las nubes. Una corona de pájaros rodea su cintura. El viento eleva ese suspiro. Por la ventana del tranvía que conduce su adolescencia al teatro San Martín, algunos de sus sueños se entrecruzan jugando con su apellido. “Vivo en un mundo de constante crecimiento y desarrollo competitivo con técnicas que complementan la preparación y el trabajo del bailarín. Quisiera llevar todo a mi ciudad natal, a mi provincia, a mi escuela, al lugar donde nací, estudié y trabajé profesionalmente, bueno, ese sueño queda como proyecto”, dice desde su Nueva York actual. Es sinónimo de danza, talento, docencia. Primera figura y directora del Ballet Estable de la Provincia, fundadora de la Escuela de Educación por el Arte y animadora cultural constante durante varios lustros en su Tucumán natal, Alicia Cruzado está radicada en la Gran Manzana.

- Era costumbre que a las niñas las hacían estudiar piano y danza, ¿fue ese tu caso? ¿Qué otras cosas te atraían?

- Nací y viví toda mi infancia a media cuadra de la iglesia San Roque. En la esquina de casa, mis abuelos maternos tenían un negocio de helados y licuados, muy populares en el barrio. Mi madre nos llevaba caminando a clases de danza y música y cuando se creó Difusión Cultural y la Escuela de Danzas teníamos las actividades en el teatro San Martín; para ir allí utilizaba el tranvía, un transporte que tenía música y ritmo propio, me encantaba. La persona que me introdujo a la danza fue el médico traumatólogo al que mi madre me llevaba porque yo no quería caminar y siempre me cansaba. “Pie plano” fue el diagnóstico y muy a tiempo la danza me ayudaría a corregirlo con un agregado de masajes y ejercicios específicos que mi madre, con dedicación, me ayudaba a realizarlos, lo introducía como un juego.

- ¿Cuándo te picó el bichito de la danza? ¿Con quiénes te formaste?

- A los 11 años ya tenía una decisión, iba a ser “bailarina de ballet”. Mi padre me dio su apoyo; entendí que la danza es una de las artes más humanas, pues en ella se unen el espíritu y el cuerpo al servicio de la belleza corporal, de la salud, de la inteligencia y del conocimiento. Libertad es la palabra que expresa lo que yo sentía al bailar, porque tengo la libertad de sentir, de vivir y de ser la persona que soy. A los 13 años me dieron roles importantes y a los 14 entré como integrante del Ballet Estable (BE) por concurso de antecedentes y oposición, a lo que se sumó una beca a Buenos Aires que nos dio el Consejo Provincial de Difusión Cultural; tenía mucho que aprender de ese mundo desconocido. Tomé clases que me impactaron enormemente como las de Michel Borovsky, hasta entonces solo tenía como profesora a Pichona Hilda Ganem. Y a partir de allí se sucedieron muchos maestros que eran contratados anualmente para la Escuela y el BE. Desde 1960 sucedieron las visitas de los profesionales, algunos docentes que tenían los impromptus hacia la didáctica y profundizar la técnica, y otros eran bailarines que te transmitían sus vivencias y conocimiento escénico, en un intenso aprendizaje que continuó desarrollándose. Desde el comienzo, el BE tuve muchas oportunidades con maestros rusos invitados como Jorge Tomi y César Yurekoff y una gran movida con importantes obras del repertorio clásico y neoclásico.

- ¿Cómo era la movida artística en tu juventud? Ingresaste el Ballet Estable en el ‘59, ¿cómo era su nivel en ese momento? Integraste una camada de muy buenos bailarines.

- Teníamos grandes producciones y algunas obras con la participación de actores y actrices integrantes del Teatro Estable, la orquesta de la UNT, los coros Veritas y Universitario, mucho intercambio y relación con los artistas tucumanos. Llegábamos temprano al teatro para ver cómo armaban la escenografía y teníamos que estar presentes para trabajar en el plan de luces. El vestuario lo conseguían por convenios con el Teatro Colón. Como partners tuve la oportunidad de bailar con Alejandro Nevine, quien realizó una de las más importantes carreras en Argentina y Europa; con Nelson Silvestri en “El Pájaro de Fuego”; con el bailarín invitado Rubén Echeverría en “Pájaro Azul”. Ya en este año se incorporó y destacó mi gran amiga y compañera en toda mi carrera artística y docente, la única e inigualable Mónica Michal, nos entendimos muy rápido y nuestra competencia fue auténtica y positiva. Recuerdo que llegó Alfredo Gurkel a dirigirnos y nos puso juntas a bailar un trío de “Paquita”, que era muy difícil hacerlo: Mónica era fuerte, impetuosa y de mucho carácter, y yo una bailarina lírica y romántica, y nos complementábamos muy bien para hacer Giselle/Willis o Aurora/Carabose. Pero nos pusieron juntas a trabajar, llegamos a estudiar y controlar hasta la respiración, un logro maravilloso y producto de la disciplina, el trabajo, el esfuerzo y la conciencia y la responsabilidad, decían que parecíamos hermanas, fue una experiencia magnífica.

- Luego partiste a Buenos Aires y fuiste solista del Ballet Lyra, ¿cómo resultó esa experiencia?

- Ya en 1963, el maestro y coreógrafo Alfredo Caruso me seleccionó para que bailara con él “Romeo y Julieta”, un rol complejo, y para trabajar tuve que tomar clases de teatro que complementaron el desarrollo artístico de este difícil rol. Al salir airosa, Caruso me invitó a sumarme al Ballet Lyra en Buenos Aires con el que trabajé por seis meses, una experiencia única, en la que una coreografía es un proceso creativo y artístico, es un arte y la forma de expresión por medio del movimiento en este proceso, lleno de posibilidades expresivas, físicas, emocionales. Tuvimos críticas muy positivas que destacaban no solo mi parte técnica sino mi fibra expresiva, las que me alentaron para seguir con fuerza mi carrera en Buenos Aires y La Plata; era joven y sentí tocar el cielo con mis manos.

- Regresaste a Tucumán y tuviste una intensa actividad en el Estable.

- Si bien de cada uno recibí muchos reconocimientos, siempre tenemos algunos que nos marcan un poquito más: una de ellas fue Ester Gnavi, que nos enseñó a ser profesionales completas; Héctor Zaraspe que venía de Nueva York, un centro internacional tan importante y recibimos indicaciones e instrucciones únicas; Darius Hochman, que me apuntaló la técnica llegando a conseguir posiciones nunca antes logradas; la cubana Josefina Méndez, con una escuela técnicamente parecida a la nuestra y al aprendizaje de todas las técnicas coadyuvantes. El año 1971 fue el más importante del BE, dirigido por Gnavi, en el que realizamos ocho reposiciones y seis estrenos.

- Dirigiste por varios años el Estable, la Escuela de Danza de la provincia y fundaste la ESEA, ¿qué importancia tuvo la docencia en tu vida?

- Cuando estudié danza te preguntaban si querías ser bailarina afianzando todo lo relativo a performance o si querías enseñar y realizar las materias pedagógicas y lo relacionado con la enseñanza, ¿qué te parece? Elegí las dos porque pensé que la carrera del bailarín es mucho más corta y estuve en lo cierto. Ser docente es una experiencia especial. Cerca de jubilarme, la supervisora de enseñanza artística me dijo: “Alicia, el músico deja sus partituras y sus grabaciones; el pintor, sus cuadros y esculturas; tú, hasta ahora solo dejaste el recuerdo”. Esto caló muy hondo en mí y resolví realizar un proyecto que siempre pensé era necesario para nuestra escuela, un modelo único, integral en la cual los alumnos realizaran sus estudios específicos y académicos dentro de la misma escuela. Para ello solicité la conformación de un grupo interdisciplinario con directivos, especialistas de las materias danza y música, pedagogía, el área legal, especialistas en teatro y títeres y en la investigación de programas análogos. Así conseguí un modelo único de la School of Performs Arts of New York y después de un trabajo titánico presenté la propuesta, la cual tuvo inmediato apoyo y en 1990 salió la creación de la Escuela Superior de Educación Artística. Fue mi “bebé” de la que estoy muy orgullosa, a pesar de las modificaciones que se realizaron a través de los años llevando a la escuela a no tener el principio de especialidad con la que se creó.

- ¿Por qué te vas a vivir a Nueva York? ¿El tango te abrió una puerta para seguir desarrollando tu talento?

- Vine a Nueva York inicialmente por una beca de ocho meses para la Juilliard School y las vueltas de la vida y las elecciones que uno tiene… bueno, al comienzo asistí a Zaraspe en la producción “Tango Pasión” y luego el gran debut en “Broadway Show”, en donde trabajé como “Dance Captain”. Ello me deslumbró y quise seguir en un mundo totalmente desconocido y darme cuenta de que la gran distancia que existe, sobre todo en la parte tecnológica, es enorme. Tomé la gran decisión de mi vida, quedarme en Nueva York, fue difícil pero había tomado esta nueva ruta, cosa que después de 28 años sigo agradecida a Dios, a mis hijos, a mi madre y hermanas por el soporte que me dieron.

- ¿Cuál es el ABC de un buen bailarín?

- El cuerpo del bailarín se entiende como una unidad que debe crear armonía dentro del espacio escénico. Los movimientos no tienen que ser bruscos, sino fluidos, elegantes y expresivos. Uno de los aspectos fundamentales que debe aprender todo bailarín es la correcta posición de los pies. La expresión de los pies dentro del ballet denota magia para elevarse tan alto como un ave. Son los pies lo que mueven y desplazan la gracia como una señal inequívoca del esfuerzo al que se ven sometidos los bailarines. Por supuesto, los brazos en armonía y el cuerpo en perfecta línea completa su estética y la coordinación psicomotriz coadyuva para su integración en un todo; la música es el alma del bailarín; la respiración, sostenido o acelerando en toda su dimensión, está en cada movimiento y se haciendo mucho énfasis en la musicalidad, desarrollando amplios conocimientos musicales, difíciles de bailar si no se cuenta con un agudo sentido rítmico y musical. La mayoría de los estudiantes son entrenados en los principios de velocidad, movimiento eficiente y comodidad natural en el baile en puntas para las mujeres.

- ¿Qué es la danza clásica? ¿El tango es un pensamiento triste que se baila?

- Bailando se despiertan emociones y fantasías, facilita la expresión de sensaciones, emociones, sentimientos y estados de ánimo de forma natural. De esta manera, nos conectamos con nosotros mismos. Bailar no es solo mover el cuerpo al ritmo de la música. Es entender la cultura detrás de cada baile, es sentir su música, como las notas recorren tu cuerpo para hacerte parte de ese momento y esa época. La danza es una forma de vida, una forma de sacar lo que tenemos en nuestro interior de nosotros mismos y con nuestras propias emociones: como la docilidad y la desobediencia; la fragilidad y la solidez; la ansiedad y la angustia; el amor y el odio... Si bien bailaba el tango en reuniones y fiestas no era nada profesional. El baile y la música representan la historia del país y de la cultura de Argentina, los bailarines usan la emoción para presentar un baile sensual y con mucha pasión. Y lo importante con el tango es que ahora puedo seguir bailando y con el ballet seguir transmitiendo todo lo que aprendí y sigo aprendiendo, que nunca se termina. Amo lo que hago. La danza no solo es un espectáculo, un producto, una coreografía, es un proceso creativo y artístico, es arte y forma de expresión por medio del movimiento.